CUANDO LA ÉTICA CUESTA UNOS MILES DE COLONES



Usted está que se muere del dolor. Una hora antes le habían sacado un par de cordales. La primera no dolió tanto, la segunda sí estuvo muy dolorosa. Aún no le han pagado su salario y su cultura de ahorrar los pocos cincos que le quedan, los planificó para cubrir el costo de la visita donde el odontólogo.

Para aliviar el dolor, decide ir a esa farmacia en San Pedro donde hace un poco de fila pero con la seguridad de tener un muy buen precio; al fin y al cabo, usted necesita del dinero y debe ahorrar todo lo posible. Es tarde, son las nueve de la noche. El dolor le invade en dimensiones enormes y por eso le pide al doctor de la farmacia que le inyecte el anti-inflamatorio. Él se niega alegando que el medicamento tuvo reacciones adversas en varias personas a quienes le aplicó este producto a nivel nacional.

La inyección es una acción que es de muy bajo costo e incluso hay lugares donde inyectan en forma gratuita y por eso usted lo toma con tranquilidad y se va a otra farmacia para que le inyecten. En la segunda farmacia se niegan porque no la compró allí.´Se va a Plaza América, pues sabe que allí existen varias farmacias. En la tercera búsqueda, también se niegan por la misma razón: no compró el producto propiamente en ese local. Lo mismo alegan en la siguiente farmacia.

Usted entra en otra farmacia pero por lo complicado de la cirugía, usted siente que desvanece. El doctor le atiende y él se niega también aplicar el medicamento porque no lo compró en esa farmacia. Usted desesperado le suplica que, por favor, lo haga pues no soporta el dolor. El doctor aún no ha visto el medicamento. Usted le sigue suplicando que le inyecte e incluso, por el dolor que siente, le pide que le cobre más por la inyectada. El doctor se niega nuevamente porque no compró el medicamento. Usted le cuenta todo lo vivido anteriormente y le vuelve a suplicar… eso es lo que hace el dolor.

El “doctor” le dice que no era ético que en la farmacia donde compró el producto no se le aplicara y mucho menos que usted le ofrezca a él pagar más por aplicar la bendita inyección. Este personaje se enoja, le pide a usted que salga porque no acepta “el soborno” y le amenaza con llamar a seguridad. Claro que usted sale pues prefiere el dolor que pelear adolorido. Ya son casi las 9:45p.m.

En la última farmacia que le queda, el doctor le dice que él no le aplicará el medicamento por las razones que se mencionó en la primera farmacia, sin embargo, le ofrece otro producto. Usted no soporta más el dolor, accede, le inyectan y se va para casa.

¿Cómo se siente usted en este momento de la lectura? 

Cuando a mí me pasó, al llegar a casa me sentí agredido y enojado. Descubrí que la ética que me mencionó aquél doctor de la Farmacia Real en Plaza América, era válida siempre y cuando yo le comprara los casi tres mil colones que costaba el medicamento. En ética, según él, el producto tiene más valor que ayudarle a disminuir el dolor a un ser humano. Pero como él ni siquiera vio el medicamento que le pedí que me inyectara, ni se interesó por ayudarme, por ética, he decidido no volver a comprar en esa farmacia. Éticamente, la persona debe ser lo primero, no el dinero.

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