Elecciones esperanzadoras... ¿o vomitivas?



El pasado 2 de octubre el Tribunal Supremo de Elecciones dio el banderazo de inicio de la campaña electoral en nuestro país. Para una parte del electorado será un tiempo “votimivo”, hastiados por la ya común ola de malas noticias que ahondan las condiciones sociales, culturales y económicas de Costa Rica.  Sin embargo, este período, previo a las próximas elecciones, será el momento para lograr focalizar el país que los costarricenses quieren.

Los obispos católicos, en el afán de iluminar este proceso han presentado un documento en el que plantea ocho aspectos éticos para "Rehabilitar la política"”, en el cual invitan a los costarricenses a “renovar de manera activa, meditada y responsable, su participación en el debate social y político que ya vive el país.”

Esta es una oportunidad para ampliar la discusión sobre las estrategias que existen para hacer partícipes a una población –católica o no-  descontenta de la política. Ya el presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, Luis Antonio Sobrado alertó que "el descontento con la política es generalizado en la población, esto no debe reflejarse en indiferencia, sino en crítica justificada"

Juan Pablo II en su encíclica “Centesimus annus” afirmaba que la "Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica" [numeral 46]. En el caso costarricense se cumple lo de elegir, avanza en lo de controlar pero lo de sustituir aún no es opción. El letargo del “pronto pasará” es el que lleva a la indiferencia social y al no involucramiento incluso en decisiones tan responsables como la de sustituir pacíficamente.

La Doctrina Social de la Iglesia Católica enfatiza que es impensable la participación sin el conocimiento de los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias propuestas de solución. La motivación de los obispos, al fin y al cabo, busca incentivar que la decisión electoral sea partiendo de una realidad: hay que participar y participar bien

Al principio del pontificado del  Papa Francisco explicó que es un deber, una obligación del cristiano, involucrarse en la política aunque sea demasiado sucia porque al estar en ese ámbito se puede trabajar por el bien común. Así, el ámbito de acción no le queda a los otros solamente, llega a involucrar al mismo pueblo, aunque este se encuentre enfermo de lo que han hecho algunos en la historia.

Pero la participación no debe ser solo del pueblo. Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación, que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales.

Los partidos políticos no deben borrar ideas para construir el país y deben ampliar la capacidad de diálogo de los costarricenses, no solo de los candidatos. Pensar entre iguales es servilismo mientras que pensar entre distintos es democracia.  Serán quienes sirvan para curar o hacer que ese malestar  provoque el vómito de una sociedad harta de la política.

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