Mario “El Flaco” Pérez: un héroe morado
- Estuvo en la banca durante la primera final entre Alajuelense y Saprissa.
- Hoy tiene nacionalidad tica y española, pero en aquel entonces no pudo ir a jugar en segundas del Barcelona por no haber estado inscrito.
Pablo
Zúñiga
Mario "El Flaco" Pérez vive en Barrio Córdoba, Zapote |
La familia de Mario “el Flaco” Pérez no era
una familia pobre ni muy rica. Tenían para vivir con lo que era necesario. Él era
el segundo de los tres hijos. Sin embargo, para navidad, lo que pedían entre
los tres era una bola de fútbol. “En aquellos tiempos los balones eran de cuero
y las de buena calidad venían de
Argentina” mencionó Pérez.
El balón lo aprovechaban durante todo el año.
“Mi hermano mayor era muy bueno pateando y a mí me tocaba atajarle los tiros.
Mi hermano menor nos acompañaba, pero era como mantequilla” recordó mientras
una sonrisa se le dibujaba y los ojos miraban hacia arriba con gran brillo.
En Barrio México disputó en ligas menores con
el equipo Radar y hubo un solo campeonato en el que jugó como portero. No pudo
recordar si habían ganado o perdido. Su papá era español y lo afilió a los
nueve años a la Liga Gimnástica Española, donde los primeros campeonatos se
disputaban en la Plaza González Víquez.
Flaco y alto
Cuando cumplió 15 años, había alcanzado 1,90 metros de altura. Para entonces, los reglamentos tenían tres variables para determinar la participación de un jugador en las diferentes ligas: el peso, la altura y la edad. Ahí empezó el problema: por la altura, ya no podía jugar en ligas menores, por lo que le tocaría jugar en tercera división, pero no tenía la edad suficiente ni el peso necesario.
Cuando cumplió 15 años, había alcanzado 1,90 metros de altura. Para entonces, los reglamentos tenían tres variables para determinar la participación de un jugador en las diferentes ligas: el peso, la altura y la edad. Ahí empezó el problema: por la altura, ya no podía jugar en ligas menores, por lo que le tocaría jugar en tercera división, pero no tenía la edad suficiente ni el peso necesario.
“A esa edad estaba en el equipo Nicolás Marín
y era dirigido por un señor de apellido Artavia. Él no me ponía a jugar por
miedo a que me golpearan ya que yo era muy delgado. Siempre estaba en banca”
indicaba Pérez con cierto sinsabor.
La suerte cambió cuando un amigo que jugaba
en la tercera división del Saprissa le pidió que fuera a jugar con ellos un
feriado. “Yo me puse el uniforme de portero debajo de la ropa y me amarré los
tacos a la cintura, como se acostumbraba en aquella época. Cuando llegué,
resultó que el portero no llegó a jugar por lo que mi amigo me propuso para
atajar y Felix Piedra, entrenador del equipo y hermano
del entrenador de la Selección Nacional, Alfredo Piedra, aceptó. Fue la primera
vez que jugué con el Saprissa”, dijo.
Ese mismo día, Piedra le pidió que llenara
una fórmula de inscripción para que pudiese jugar en tercera división. Se
requería la firma del padre de familia por ser menor de edad, sin embargo, el
papá de Pérez trabajaba fuera de la ciudad por lo que tuvo que firmar la mamá.
Además, lo invitó para que llegara al partido del domingo siguiente que tenían
contra el Vizcaya. Ese día lo puso como titular.
La inscripción fue por dos años y cuando el
Flaco Pérez llegó a los 17 años de edad, empezó a jugar en primera división
cuando se encontraba cursando el cuarto año en el Liceo de Costa Rica. “De
tercera división pasé a la primera entrenando durante el campeonato de 1952,
por eso puedo decir que yo no soy de la cantera del Saprissa”, afirmó.
Para los juegos intercolegiales, la
organización le prohibió jugar pues en 1953 ya era jugador regular y ya lo
conocían como Mario “el Flaco” Pérez, pues así le decía Luis Cartín por lo alto
y por las 160 libras que pesaba. Además, tenía un salario de 50 colones al mes,
lo que les permitía categorizarlo como profesional.
Trabajar y jugar
A finales de 1953, ya empezaron a pagarle como profesional y recibía 500 colones. Al año siguiente empezó a trabajar en la Contraloría General de la República y ganaba 450 colones mensuales. “Este salario más lo que me dejaba el fútbol me hacían ganar más que mi jefe”, recordó Pérez. A su mamá le daba el salario de fútbol para ayudar en las necesidades de la casa, principalmente con los estudios del hermano menor.
A finales de 1953, ya empezaron a pagarle como profesional y recibía 500 colones. Al año siguiente empezó a trabajar en la Contraloría General de la República y ganaba 450 colones mensuales. “Este salario más lo que me dejaba el fútbol me hacían ganar más que mi jefe”, recordó Pérez. A su mamá le daba el salario de fútbol para ayudar en las necesidades de la casa, principalmente con los estudios del hermano menor.
Pérez inició sus estudios en la Universidad
de Costa Rica (UCR) en las antiguas instalaciones que se ubicaban en lo que hoy
es la Corte Suprema de Justicia. Ahí empezó a estudiar administración de
empresas. Su deseo era estudiar arquitectura pero no pudo lograrlo ya que esa
carrera la daban solo en las mañanas y en el trabajo no le daban permiso.
“Como esa carrera no me gustaba, ganaba y
perdía materias. Yo iba a brincos y a saltos con los cursos por lo que me metí
a sacar un título de contador en la Escuela Castro Carazo pues eso me daba un
respaldo para trabajar en la Contraloría. Ahí obtuve el título de Tenedor de
Libros”, mencionó.
Luego siguió estudiando para sacar el título
de contador, sin embargo, empezó a entrenar más seguido por lo que no concluyó
los estudios.
En 1966 retomó los estudios. Esta vez se
dedicó a estudiar administración pública con énfasis en auditoría. “Eso me
permitió avanzar en la Contraloría y ascender en varios puestos. Luego entré a unos cursos de tres años que la
Contraloría daba con la Universidad de Costa Rica. Eran cursos de profesionalización
internas y saqué las mejores notas junto a otros compañeros”, recordó Pérez sobre
sus estudios y trayectoria durante 32 años en la Contraloría General de la
República.
“Los
entrenamientos eran en La Sabana, por lo que agarraba el tiempo del almuerzo.
Lo que hacíamos era correr y luego mejenguear. Tenía la ventaja que en el
trabajo me daban 5 minutos más de gracia” comentó .
Barcelona
En aquel tiempo, no existía la ley que le permitía a una persona demostrar que era hijo de un español para que fuese inscrito como tal en la embajada española, pues ese trámite solo podía realizarlo el padre.
En aquel tiempo, no existía la ley que le permitía a una persona demostrar que era hijo de un español para que fuese inscrito como tal en la embajada española, pues ese trámite solo podía realizarlo el padre.
En 1958, Antonio Escarré, quien era catalán, quiso
que Pérez fuera a jugar como prueba en el equipo de segunda división del
Barcelona. “Flaco” Pérez es hijo de un español, sin embargo, su padre no le
inscribió en la embajada de España, por lo que la oportunidad se le esfumó.
En la actualidad, la ley sí le permite al
hijo demostrar que si su padre era español puede acoger la nacionalidad
española. Por tal motivo, Pérez decidió
hacer la gestión correspondiente y ahora
goza de la doble nacionalidad, al igual que un hijo suyo. Su inscripción está
en Galicia.
Portugal
Sin embargo, las posibilidades no se agotaron. Otto Pedro Bumbel, un brasileño quien fue entrenador de la nacional, encantado por la forma en que jugaba Pérez, le llamó para que jugara como arquero en el Oporto de Portugal. Iría con todo pago, con buen salario y buenas oportunidades.
Sin embargo, las posibilidades no se agotaron. Otto Pedro Bumbel, un brasileño quien fue entrenador de la nacional, encantado por la forma en que jugaba Pérez, le llamó para que jugara como arquero en el Oporto de Portugal. Iría con todo pago, con buen salario y buenas oportunidades.
Pérez se casó sin tener nada en Costa Rica y
alistó todo para viajar con Marielos, su esposa, a Portugal. Una semana antes del viaje, le llegó
un telegrama en el cual indicaba que ya no sería contratado por el Oporto. La
razón: una nueva reglamentación en el fútbol portugués ponía un límite de cupos
para extranjeros y el cupo ya estaba lleno. “Tuve que irme a vivir con mis
suegros”, comentó.
Anécdotas
En 1959, Mario “el Flaco” Pérez fue uno de los 18 jugadores del Saprissa que participó en “La Vuelta al Mundo”, un viaje que realizaron a diversos países durante tres meses, midiéndose con toda clase de equipos.
En 1959, Mario “el Flaco” Pérez fue uno de los 18 jugadores del Saprissa que participó en “La Vuelta al Mundo”, un viaje que realizaron a diversos países durante tres meses, midiéndose con toda clase de equipos.
“La vuelta al mundo fue un atentado. En Austria
el frío era incomparable y por eso perdimos 6 a 1 contra ellos. En Venezuela
hicimos un juego muy lindo y los periódicos decían que solo el Saprissa y un
equipo llamado los Millonarios habían dado un espectáculo de altísima calidad
como extranjeros” relató.
En total jugaron 22 partidos, de los cuales
ganaron 14, empataron uno y perdieron siete. Anotaron 66 goles y les metieron
46.
Durante el viaje, a Pérez se le murió su
padre. Esto le impactó muchísimo. “Si me regresaba llegaba el día siguiente al
entierro, no tenía sentido. Me quedé con el equipo y lloré mucho. Mis
compañeros se unieron al dolor y me fortalecían con su compañía” recuerda el
Flaco Pérez.
La experiencia del viaje le fue de
aprendizaje. “Un equipo profesional no hace semejante barbaridades como la
hicimos nosotros. Fueron 90 días entre aeropuertos, hoteles y estadios” alegó.
Además agregó que “al segundo mes ya nos veíamos de mal modo y empezábamos a
pelear entre nosotros, la comida nos caía mal, los cambios de clima nos
afectaba muchísimo y el equipo estaba desgastado”.
Para Pérez, en ese viaje recorrió muchos
países, pero no los conoció por el ritmo que llevaban. Se retiró del fútbol en
1971.
Un cambio
Pero hay un momento que el “Flaco” Pérez no olvida. Una vez se enfermó gravemente con una infección en los pulmones. Para ese entonces, ya tenía años de haberse retirado del fútbol. “Antes Saprissa velaba por mi salud, yo no tenía preocupación alguna por eso, pero luego el asunto cambió… me tocaba a mí solito atenderme”, indicó.
Le internaron en el Hospital Clínica Bíblica
y la situación era compleja. Hubo un día en que una capellana se le acercó y le
preguntó si quería que orara por él. “Ella oró por mí, yo no”, contó con
seriedad.
“Ella me regaló la primera Biblia que leí. En
mis tiempos no podíamos leer la Biblia porque no teníamos quien nos la
explicara. Ella me dijo que leyera primero el Antiguo Testamento, luego el
Nuevo testamento y que al final, volviera a leer el Antiguo Testamento. Así lo
hice y fue la segunda vez que me encontré con Jesús. La primera vez había sido
en la primera comunión y en esta ocasión mi vida dio un cambio”, mencionó.
Según Pérez, siempre se encomendaba al Señor
cuando jugaba pues siempre supo que había un ser superior. No le pedía por el
triunfo. “Yo le pedía poder desarrollarme y también para salir íntegro
físicamente, tanto mi adversario como mi persona” dijo.
Recomendación.
“Siempre me dije que hay alguien igual o mejor que yo. La fama realmente embriaga y nadie mejor que uno mismo sabe lo que ha hecho bien o mal. Por eso, siempre me autoanalicé porque soy consciente de ser mi mejor crítico. Ese es un ejercicio que debe realizar toda persona” enfatizó el “Flaco” Pérez ya con su pelo de blancas líneas.
“Siempre me dije que hay alguien igual o mejor que yo. La fama realmente embriaga y nadie mejor que uno mismo sabe lo que ha hecho bien o mal. Por eso, siempre me autoanalicé porque soy consciente de ser mi mejor crítico. Ese es un ejercicio que debe realizar toda persona” enfatizó el “Flaco” Pérez ya con su pelo de blancas líneas.
Su nombre forma parte del Salón de la Fama
del Deporte Costarricense desde el 2001. El jurado dijo: .
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